Somos lo que es nuestro origen
Por Carlos Castaneda
Esta es una de las premisas más difíciles del camino del guerrero; no tanto por su complejidad o rareza, sino porque para cualquiera de nosotros es casi imposible admitir ciertas condiciones acerca de nosotros mismos, condiciones acerca de las cuales los videntes han tenido conciencia durante milenios.
La primera vez que don Juan Matus mencionó esta premisa, creí que estaba bromeando, o que estaba simplemente tratando de impactarme. En esa época bromeaba a menudo acerca de mi explícita preocupación por encontrar amor en la vida. En cierta ocasión me había preguntado cuáles eran los objetivos de mi vida. Dado que no pude darle ninguna respuesta inteligible, le contesté, medio en broma, que quería encontrar amor.
"La búsqueda de amor, para la gente que te crió, significa buscar satisfacción sexual", me dijo don Juan en aquella ocasión. "¿Por qué no llamas al pan pan y al vino vino? Tú estas buscando satisfacción sexual, ¿no es así?" Yo lo negué, por supuesto. Pero el tema siguió siendo para don Juan una fuente de bromas con respecto a mí. Cada vez que lo veía, encontraba o construía el contexto adecuado para preguntarme acerca de mi búsqueda de amor, es decir, de satisfacción sexual.
Fue así como inició don Juan la conversación la primera vez que mencionó esta premisa del camino del guerrero. Lo hizo con una broma, y luego se puso muy serio de repente. " Te recomiendo que cambies completamente tu meta", dijo, "y que te abstengas totalmente de continuar en tu búsqueda. En el mejor de los casos no te conducirá a ningún lado; en el peor, te conducirá a tu ruina."
"¿Pero por qué don Juan, por qué debo renunciar al sexo?", pregunté con voz lastimera.
"Porque eres el fruto de una cogida muy aburrida."
"¿Qué es eso, don Juan? ¿A qué se refiere con lo de cogida aburrida?"
"Una de las cosas más serias que hacen los guerreros", explicó don Juan, "es buscar, confirmar y darse cuenta de la naturaleza de su comienzo. Los guerreros deben saber con la mayor precisión posible si sus padres estaban sexualmente excitados cuando los concibieron, o si meramente cumplían una función conyugal. La forma civilizada de hacer el amor es muy, pero muy aburrida para los participantes. Los videntes creen, sin lugar a dudas, que los niños concebidos de manera civilizada son el producto de una cogida muy aburrida. No encuentro de que otra manera llamarlo. Si usara otra palabra, sería un eufemismo, y perdería su impacto."
Luego de haber escuchado estas aseveraciones incesantemente empecé a considerarlas con seriedad. Creía entonces que lo había entendido, pero luego me invadía la duda, y me encontraba una y otra vez haciéndole la misma pregunta a don Juan: "¿Qué es una cogida aburrida?" Supongo que inconscientemente quería que repitiera lo que ya me había dicho docenas de veces.
"No tomes a mal mi repetición", solía decirme don Juan. "Te llevará años de reflexión admitir que eres una cogida aburrida. De modo que volveré a repetirte. Si no hay excitación en el momento de la concepción, dicen los videntes, el niño que sale de esa unión será intrínsecamente tal como fue concebido. O son concebidos primero, cuando sus padres no sabían todavía como hacerlo; o son concebidos al final, cuando ellos ya no estaban interesados. Dado que no hay verdadera excitación entre los esposos, sino quizá nada más que deseo mental, el niño debe cargar con las consecuencias del acto de sus padres: un amalgama biológico lleno de malos hábitos y sin energía. Los videntes afirman que tales niños son necesitados, débiles, inestables, dependientes. Esos niños, dicen los videntes, son los que nunca jamás se van de la casa; se quedan allí de por vida. La ventaja de tales seres es que son extremadamente consecuentes en medio de su debilidad. Podrían realizar las mismas actividades durante toda la vida sin sentir jamás la necesidad de cambiar. Si de niños tienen un buen modelo y sólido, llegan a ser muy eficientes, pero si no tienen un buen modelo, su angustia, agitación e inestabilidad son sin fin."
"Los videntes dicen, con gran tristeza, que la mayor parte de la humanidad fue concebida así. Esa es la razón por la cual escuchamos hablar sin cesar acerca de la urgencia por encontrar algo que no tenemos. Buscamos durante toda nuestra vida, según los videntes, esa excitación originaria de la que fuimos privados. Por eso digo que eres una cogida aburrida. Veo signos de angustia y descontento en todo tu ser. Pero no te sientas mal. Yo también soy una cogida aburrida. Muy pocas personas, por lo que sé, no lo son."
"¿Qué significa todo esto para mí, don Juan?" Le pregunté sinceramente alarmado. De alguna manera don Juan había tocado directamente en lo más profundo de mi ser con cada una de sus palabras. Yo era exactamente lo que él había descrito como una cogida aburrida criada por una mal modelo. Finalmente, todo quedó reducido por mi parte a una afirmación crucial y una pregunta. "Admito que soy una cogida aburrida. ¿Qué puedo hacer?", dije.
Don Juan se rió a carcajadas hasta que le salieron lágrimas de los ojos. “Ya lo sé”, me dijo, mientras me daba palmaditas en la espalda tratando de consolarme. Don Juan comenzó entonces a delinear seriamente una estrategia de acción para compensar las condiciones desfavorables de mi origen. “Para empezar no te llames a ti mismo una cogida aburrida.” Se siguió riendo a carcajadas mientras me describía no sólo como una cogida aburrida común, sino como una que además tenía una carga extra de nerviosismo. “En el camino del guerrero”, dijo, “nada está determinado. Nada es para siempre. Si tus padres no te hicieron como deberían haberte hecho, rehazte tú mismo."
Me explicó que la primera maniobra del estratega es convertirse en un avaro de energía. Dado que una cogida aburrida no tiene energía alguna, es inútil desperdiciar la poquita que tiene en patrones que no concuerdan con la cantidad de energía disponible. Don Juan me aconsejó que me abstuviera de patrones de comportamiento que requerían una energía que yo no tenía. Abstinencia era la solución, no porque ésta fuera moralmente correcta o deseable, sino porque energéticamente era el único modo que yo podía reunir la energía suficiente para estar a la par de aquellos que habían sido concebidos en condiciones de tremenda excitación.
Los patrones de comportamiento a los que se refería incluían todo lo que hacía: el modo en que me ataba los zapatos, lo que comía y como lo comía, el modo en que me preocupaba de mi presentación personal, o la forma en que desarrollaba mi actividad diaria, especialmente cuando se refería al cortejo. Don Juan insistía en que me abstuviera del coito porque no tenía energía para ello. “Todo lo que logras en tus pillajes sexuales”, me dijo, “es entrar en estados de profunda deshidratación. Se te forman ojeras; se te cae el pelo; las uñas se te llenan de manchas raras; los dientes se te ponen amarillos; y tus ojos lloriquean todo el tiempo. Las relaciones con las mujeres te causan tal nerviosismo que devoras tu comida sin masticarla, por eso estás siempre estreñido."
Don Juan se divertía inmensamente al decirme todo esto, lo cual aumentaba enormemente mi desazón. Sin embargo, su último comentario fue como un salvavidas. “Los videntes dicen”, continuó, “que es posible transformar una cogida aburrida en algo inconcebible. Sólo es cuestión de intentarlo, es decir, de intentar lo inconcebible. Para lograr esto debemos usar cualquier cosa que esté disponible, cualquier cosa. Una sensación, un recuerdo, un deseo, un instinto, quizá el temor, la desesperación, la esperanza, quizá la curiosidad.” Me quedé en silencio sinceramente conmovido.
No entendí completamente sus últimos comentarios, pero los comprendí lo suficiente como para empezar mi lucha por salirme del molde de una concepción civilizada. Una vida más tarde un poema del Explorador Azul me lo explicó plenamente.
La Concepción de una Cogida Aburrida
Fue concebida dentro de un tráiler en Arizona,
luego de una noche de póquer, bolos y cerveza entre amigos.
El pié de él se enganchó en el encaje desgarrado del negligé de ella.
Ella olía a humo de cigarrillo y vaporizador Aqua Net.
Él estaba pensado en los tantos de su partido de bolos,
cuando repentinamente se encontró con una erección.
Ella se estaba preguntando cómo era posible que esta vida durase una vida.
Quería ir al baño, cuando se encontró inmovilizada.
Él ahogó un eructo en el momento de su concepción.
Para su fortuna, se encontraban en medio del desierto,
y en ese instante, un coyote aulló,
enviando un escalofrío de añoranza que atravesó el vientre de la mujer.
Ese escalofrío fue todo lo que ella trajo a este mundo.
*Tomado de el diario Lectores del Infinito, Número 2, Carlos Castaneda