Querido Orestes:
Efectivamente, el enlace emotivo que tienes con tu esposa puede llevar a un resultado como el que describes cuando se abusa del mismo. A ti te quedan dos opciones: trabajar el asunto con ella, enfrentándolo como un problema que a ambos los está retando a resolverlo, o lo enfrentas unilateralmente a la manera en la que se enfrenta a los tiranos. En el primer caso, si ambos lo saben llevar, la relación no se verá lesionada. En el segundo, la actitud de ella será básicamente la misma y la relación seguirá tan lesionada como hasta ahora, si bien tú te estarías beneficiando por la disciplina del acecho. Yo te sugiero que intentes la primera vía, pues a final de cuentas, y por lo que me dices, tú prefieres no lesionar la relación. Además, de eso se trata el matrimonio: de enfrentar y superar juntos los retos que la importancia personal de cada uno y el mundo mismo nos va presentando.
Una buena manera de emprender la primera vía es que acuerdes con tu esposa una serie de pasos a seguir, entre los que el respeto y el amor juegan los papeles preponderantes. No pierdas de vista que las mujeres tienden a desequilibrarse con relativa facilidad durante ciertos días del mes, por lo que debes escoger cuidadosamente el periodo en el que plantearás tu propuesta. Elegido el lapso, espera y/o propicia el momento feliz en el que ella se encuentre descuidada y en equilibrio. Plantéale entonces tu necesidad de llegar a un acuerdo de respetuo mutuo y de amor. Acordados los principios de respeto que a partir de ese momento van a imperar, sugiero que cada día primero de mes, y antes de dormir, lleven a cabo una amorosa ceremonia de reencuentro.
En una recámara adecuada, con puertas, cortinas y ventanas cerradas, y en el momento de mayor silencio en casa, tras encender un incienso que a ambos les agrade y de trazar un círculo de protección con agua de rosas o de jazmines, siéntense comodamente en posición de media flor de loto. Iluminen la escena con la luz de una vela blanca y coloquen entre ambos un cuenco con agua del grifo. Antes de proceder, soliciten la protección adecuada. Alcanzada su paz, tómense de las manos cruzándolas (tu mano derecha toma la derecha de ella, y tu mano izquierda la izquierda de ella) y por encima del cuenco con agua en donde ambas se cruzan. A manera de decreto, pronuncien tres veces seguidas la siguiente sentencia: "Agua que corre, da fe de este acto... nuestras manos están unidas, renovamos este pacto". Al terminar las repeticiones se cierra el decreto afirmando: "Que así sea, que así se haga, así será".
Para concluir, dense un beso y mediten en silencio por algunos minutos.
El resto del mes, se trata de honrar el compromiso adquirido el día primero.
Y así el resto del año... y de la vida juntos.
Enrique Rojas.