Querido Enrique:

Desde hace tiempo tengo una duda que me viene rondando la mente, y no encuentro solución. Versa sobre los efectos del café.

Entre los componentes del café, la sustancia con efectos más potentes es la cafeína. Se trata de un agente estimulador del simpático y por tanto, activador del sistema adrenérgico, a lo que debe sus conocidos efectos estimulantes. En mi época universitaria llegué a consumir dos cafés al día para permanecer despierto por las mañanas, que es cuando recibía las clases teóricas. Tras terminar la carrera, hace aproximadamente 7 años, dejé de tomar café casi por completo. La razón fundamental era que no quería hacerme dependiente de él, no deseaba que se convirtiese en una droga, en realidad realicé el intento de encontrar en un medio más natural el aporte extra de energía del café, su capacidad para mantener despierto y concentrado. Los años de búsqueda han obtenido algunos frutos, he encontrado varias fuentes de energía como diversas disciplinas de la medicina china, algunas meditaciones y el Camino del Guerrero.

No obstante, de vez en cuando, sé que un café me viene muy bien y me lo tomo: ciertos días en los que he dormido poco, ocasiones de exceso de trabajo intelectual, etc.

Pero tambíén hay veces en las que me apetece tomar un café pero sigo resistiéndome a tomarlo para no caer en la dependencia que observo en la mayoría de los occidentales, los cuales parece que lo utilizan como una muleta para paliar su estado crónico carente de energía. Además, como estimulante de la adrenalina y el simpático, podría ir en contra de la actitud meditativa y tranquila que intento mantener en mi vida diaria. Castaneda –bebedor asiduo de café- decía que veía que el subidón momentáneo de energía ocasionado por la toma de café venía seguido de un extremado bajón. ¿Tú qué opinas, Enrique? ¿Tú qué ves?

Un cordial saludo

Antonio