Como hoy estaba creativo y con ganas de estrujarme el limón, he decidido proponerme a mi mismo un ejercicio de abstracción que se me ha ocurrido al observar que los principios del acecho son 7, ni mas ni menos el numero de lámparas que el intelectual místico John Ruskin (1834-1896, creo que fué) propuso para iluminar los principios de la arquitectura, y que serían piedra angular de la moda arquitectonica del Revival, el Neogótico y el Modernismo europeo. En 1989 se publicó "The seven lamps of Architecture", donde muestra las claves que hacen a la arquitectura un arte. Antes de empezar quisiera matizar que en principio (solo en principio) unos y otros no tienen nada que ver y su coincidencia es aparentemente anecdótica. Sin embargo las relaciones están allí, por mas que se trate de la casualidad o de mi empecinamiento en encontrarles una relación... Así pues he elaborado una correspondencia lo mas aproximadamente posible y el resultado...bueno, juzgad vosotros mismos pero a mi no me parece del todo descabellada la relación de ideas que he intentado:
1- Elegir el campo de batalla, entrar en batalla solo cuando se sepa todo lo que se pueda sobre el campo de lucha. Pero no así nomás a la loca.
Lámpara de la memoria.
La arquitectura es el medio ideal para transmitir la cultura de un pueblo por lo que es la más poderosa de todas las artes. Las otras artes no hacen esto porque quedan guardadas en casas o museos y no muestran de manera cotidiana y por donde se mire, la cultura del pueblo.
Bien, aunque esta es la que mas me costó ubicar al final logré entender que el campo de batalla era la arquitectura. Desde esta prespectiva podríamos considerar el acecho un arte, y la arquitectura una obra de acecho. (siempre que esté realizada bajo los principios de las siete lámparas obviamente) Como la misión del arte sagrado es enviar luz a las profundidades del ser humano y esto no se puede hacer si no mediante el uso del acecho en si mismo, llegué a la conclusión que la lámpara de la memória tenía una seria relación con el campo de batalla elegido: Se trata de buscar un ámbito o ubicación adecuada para acechar el espíritu de las almas sobre las cuales pretende influenciarse...en este caso, la propia casa. Como evidentemente, la casa no es solo algo que todo el mundo busca conseguirse, si no que además está a la vista de todos y constantemente en la vida cotidiana, el diseño de los espacios y las distancias finalmente no son si no un acecho, mas o menos impecable en función de la consciencia de sus principios básicos.
2- Eliminar todo lo innecesario
2-Lámpara de la vida.
La visión de la obra como un todo, el concepto global de un edificio, es lo más importante en la arquitectura. Perderse en el detalle puede ser muy peligroso. Hay que hacer que los detalles funcionen como conjunto: diseñando los detalles como unidad total.
Primar lo primario que es trabajar para el todo y para la vida, no solo para uno mismo, equivale a vislumbrar mejor el concepto global de esta gran construcción que es el universo, al despojarse de todos los añadidos innecesarios, o no darles mayores implicaciones que las que, sujetos a una metafísica, puedan aportar dándose por añadidura a la piedra angular de la obra...que al fin y al cabo es su principio básico, pero también su fin último y completado.
3- Estar dispuesto y listo para entrar en la última batalla, al momento y en cualquier lugar.
Lámpara del poder.
Hay dos tipos de edificios que impresionan: los delicados, a los que se les guarda cariño y se les recuerda por finos y por la suavidad de sus lías; o los que se recuerdan con respeto, que nos hacen sentir pequeños porque son imponentes en escala, peso y masa. Ambos pueden ser bellos, pero los que imponen su fuerza son los que dan poder.
Y son los edificios que se imponen con impresión los que mantienen la atención del espectador o del observador. Estar preparado para la última batalla es estar preparado para el apocalipsis, para descubrirse pequeño en la inmensidad del todo en el momento en que la verdad se muestra definitivamente imponente no solo por peso si no también por escala. Si la lámpara del poder está apagada, el edificio-arquetipo pasara por alto frente a las miradas confusas de las almas a las cuales se quieren hacer llegar esas siete luces. Los edificios suaves y delicados por sus lineas son ensoñadores y los grandes e imponentes, son edificios acechadores.
4-Olvidarse de sí mismo. No temer a nada. Solo entonces los poderes que nos guían nos abren camino y nos auxilian. Sólo entonces.
Lámpara de la verdad.
Ruskin afirma que hay dos tipos de engaños: los de tipo estructural, donde la estructura no cumple su función; y los de textura, donde los materiales no pueden aparentar ser otros ni donde los ornamentos se construyan con moldes.
Efectivamente hemos oido y leido cientos de veces de la importancia de la pureza de corazón y de que hay que abrirse. Esto ocurre con las apariencias y con los nombres que usamos, que han de tener un fondo de sinceridad. Del mismo modo que Ruskin aboga por la falta de impecabilidad de los ornamentos construidos con moldes, de ese mismo modo es el olvido de nosotros mismos el que nos convertirá en seres insustitubles a la par que integrados cuya individualidad no tenga nada que ver con el egoísmo que subyace en los comportamientos clónicos. (sin transferencia anímica)
5- No dejarse llevar por la corriente. Retirarse por un momento. Dejar que los pensamientos corran libremente. Ocuparse de otra cosa. Cualquier cosa puede servir.
Lámpara de la obediencia.
No se debe intervenir en un edificio ya iniciado por otro, sin tomar en cuenta lo que hizo el primero. Ser creativo pero respetando lo que se ha hecho antes.
Básicamente el quinto principio del acecho nos advierte del peligro en la obsesión por las metas, los quehaceres y las ataduras de la acción desenfrenada y la excesiva preocupación por el fin y no la ocupación en el proceso constante. Esto nos sobrecarga. Si no se tiene en cuenta lo que nos precede (tal puede ser el caso de los valores tradicionales) nos encontraremos irremediablemente atrapados a una condición que nos ata, ya sea a la velocidad, a la meta, o a la prisa por vivir que no es si no absurda prisa por morir.
Como ejemplo de una aplicación hermosísima de la lámpara de la obediencia, tenemos la gran obra de J.R.R Tolkien, quien trabajó en crear una nueva mitología pero inspirandose en y respetando los arquetipos fundamentales de la tradición, honrando de este modo a la lámpara de la obediencia, de la cual sus libros son una oda absoluta.
Como ejemplo contrario, tenemos la necesidad imperiosa que se ha dado en terminar el famoso templo modernista de la Sagrada Família de Barcelona, iniciado por Antoni Gaudí, y que debido a la muerte de este, un nuevo arquitecto en la actualidad (Subirachs) reactivó su finalización (obviamente con toda la maquinaria propagandística y la ayuda interesada del sector turístico), a pesar de que parte de los planos de construcción del autor se habian perdido, y sin tener en cuenta también el unico e insustituible estilo del original, a pesar de que la forma de ornamentar de Subirachs es muy interesante, no se corresponde para nada con la línea original que caracteriza el sello inconfundible del legítimo iniciador de la ultima catedral de la historia.
6-Comprimir el tiempo, todo cuenta, aún un segundo. No desperdiciar ni un instante.
Lámpara del sacrificio.
Para Ruskin la arquitectura es el arte que dispone y adorna los edificios, separando la arquitectura de la construcción. Es el esfuerzo extremo empleado en la construcción de elaborados ornamentos lo que verdaderamente importa en la arquitectura, más aun que el resultado final.
De la constancia en el trabajo y la importancia en el proceso. Es apreciar cada segundo del tiempo que nos ha sido concedido como aplicable al intento de ser libre. No importa el resultado si no el esfuerzo empleado en conseguirlo, que es lo que le da sentido y valor. No es prisa, es valorar el tiempo, es saber vivir en la espera, la lentitud de las horas como un proceso paciente.
7- Jamás dejar ver el juego, no ponerse al frente de nada.
Lámpara de la belleza.
Para Ruskin, la belleza ya existe en la naturaleza, por lo tanto, el hombre sólo tiene que descubrirla, abstraerla y colocarla en el lienzo. Abstracción y proporción.
Finalmente, para completar ese acecho artístico que constituye el intento de hacer llegar luz a las profundidades del alma humana, (como Kandinsy recordó en "De lo Espiritual en el Arte") es preciso tener en cuenta que, como la belleza ya existe en el alma del hombre y este solo tiene que descubrirla, (y como actividad fundamental del proceso creativo, además) el término de la obra precisa también de cierto velo misterioso que lo envuelva para que el receptor, no solo se jacte con ella como es muy loable, si no que de algún modo participe de ese intento de forma personal y haciendo uso de su voluntad incondicionada, (para lo cual se le insta intrínsecamente a estrujarse un poco para captar el resultado) pues al fin y al cabo, era esto lo que se pretendía, no solamente enviar luz al sujeto en questión, (ya sea un tercero o el mismo autor) si no también que el mismo terminara siendo uno con esa misma luz que participaba con el intento personalizado.
Uff al fin...estaba seguro que al final lo lograría, de un modo u otro tenía que encajar el puzzle. Me retiro que estoy algo cansado, espero que hayais disfrutado, yo personalmente me lo he pasado pipa intentándolo...y por favor, perdonad mi desatino.