Erase una vez hace unos cuantos años, que estaba en búsqueda de tener un camino o guía. Al mismo tiempo me encontraba que en la escuela por una materia de investigación debía de hacer un trabajo de campo (que bien pude escoger algo teórico, pero yo traía ese gusano de la búsqueda), decidiéndome sobre un trabajo de símbolo y ritual de la muerte en México.<o:p></o:p>
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Después de unas cuantas semanas un amigo artesano me hablo de un anciano que vivía en las afueras de cierto pueblo cerca de la ciudad y quién era un curandero. Teniendo ahí la oportunidad de encontrar ahí quién me ayudara con mi investigación así como en mi persona.<o:p></o:p>
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Después de un par de días que tarde en decidir ir o no fui a su búsqueda. Dos horas después de estar perdido en el monte halle al anciano, aunque más bien el me hallo mientras recogía el maíz de su milpa.<o:p></o:p>
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Hablamos por un momento: -Buenos dias (blablabla) vengo por que estoy buscando quien me pueda enseñar estoy haciendo (blablablabla)-. El anciano solo movía la cabeza y cuando escucho que me interesaba aprender de él comenzó a sonreír. Me dijo que lo acompañara a su casa y que lo esperara en la puerta.<o:p></o:p>
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Entro a su casa, se escucharon ruidos de que movía cosas (¡tras pom chum tras!- se escuchaba). Y salio unos minutos con un libro en la mano.<o:p></o:p>
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-Acompáñame- Dijo. Y se dirigió hacia la parte trasera de su casa. Siguiéndolo me detuvo enfrente del gallinero, donde también estaba un perro y un burro.<o:p></o:p>
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-Mira, no se leer. Veo que te interesa aprender, así que vamos hacer algo. Yo te enseño y tu estarás leyéndome, me gustaría saber sobre los libros ¿Te parece?. Tengo mucho tiempo con este libro, y me gustaría conocerlo, ¿Me lo lees?- Poniendo cara de ternura al decir esto último.<o:p></o:p>
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Acepte e inmediatamente me extendió el libro. Una Biblia. -Lee- Volviendo a poner una cara de ternura casi infantil como cuando un niño quiere un cuento.-Lee el libro ahorita-.<o:p></o:p>
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Sin salida acepte, abrí en Eclesiastés y comencé a leer.
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-Oye, ¿puedes acercar esa piedra cerca del burro para que te puedas sentar?, yo estaré aquí escuchando- Y señalo una roca cercana, la tome y puse al lado del burro. Después de hacerlo comento- Este… pues… el burro tampoco sabe leer, por eso es burro. ¿Le podrías leer también a él?-.
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Primero titubeé y sin saber que hacer me dirigí en dirección al burro y comencé a leer de nuevo. El anciano se quedo mirando unos segundos y comenzó a dirigirse al frente de su casa. –Tengo que cocinar, tu sigue leyendo, yo te escucho no mas que mas fuerte, no tengo las orejas del burro.- Y se fue.
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No se me ocurrió otra cosa más que seguirle leyendo la Biblia al burro. Cada tanto tiempo me gritaba el viejito para decirme de que leyera más fuerte, o que le pusiera emoción, o que hiciera mas pausas, más grave, más agudo, que así no, que no lo hiciera aburrido, etc. Y seguí leyéndole la Biblia al burro.
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Tres horas después…regreso el viejito con un plato de frijoles y unas tortillas. Se sentó mirándonos al burro y a mi.- Tu sigue mientras yo como, no te preocupes vas bien.- E inicio su cena.
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Cuando la termino, yo tenía la garganta cansada e irritada. –mmmm…Creo que el burro sigue igual que antes, no ha aprendido nada…Por eso sigue siendo burro.- No sabia si se refería a mi o al animal.- Trae un cuento para las próxima vez, algo menos aburrido…Con el mismo grueso que este libro.- señalando la Biblia.
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Y así comenzó la historia con el anciano, se llamaba Luis. Hasta su desaparición continué con él. La investigación se fue al olvido entre sucesos de burros, maizales, leer libros y un viejito que nunca me hablo de la muerte pero si que significa la vida.
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Antes de morir bajamos al pueblo, lo acompañe a recorrer todas las calles como si el estuviera dejando sus recuerdos en ellas. Llegamos al cementerio y ahí me dijo en la puerta que lo esperara. Una hora después salia con otro rostro, en paz. Me dijo que cuando se decidiera irse tomaría su burro y se pondría a seguir el sol. Que moriría en pie o por lo menos erguido.
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Meses después eso fue lo que hizo. Se fue siguiendo el sol con su sombrero y su burro.
Nadie logro hallarlo. Su gente dice que se fue a volverse parte de la tierra, a unirse con los espíritus de la naturaleza.
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A mas de tres años de su muerte regreso con su gente a leer libros. Me dicen que lo que enseño Luis “El Viejito” fue volverme contador de sueños o un relator de cuentos. Que a veces, cuando uno se lo propone uno con el corazón, con un cuento uno puede ayudar a sanar. Y solo con cuentos se me entiende. Así comenzó a nacer este cuento, que les leo a ustedes.
-----Saludos a todos, espero que esta sea mejor presentación que el pesimo artículo que envie. Abrazote a Enrique con mucho cariño.
Atte
Fabo