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EL VIAJE A IXTLAN SENDA DEL GUERRERO 
  
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Generale : Anecdotas Brujas... (un relato corto)
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Consiglia  Messaggio 1 di 2 nella discussione 
Da: Soprannome MSNRodann_Rnadama  (Messaggio originale)Inviato: 08/12/2008 4.50
Era un día frío, en las montañas lejanas la nieve azotaba la mirada con esa especie de castidad a la fuerza, la hora resbalaba el mediodía, casi ya caía en la siesta. Zacarías me había pedido que depusiera una actitud equivocada: juzgarme inmortal. Habíamos salido muy temprano, empezaba a tener sueño, el traquetear de su vieja Ford en los caminos angostos y erráticos me mantenía apenas despierto. Zacarías no había hablado, yo había leído en silencio. Detrás venía Lucía, que iba a quedarse en su casa de retiro. Pero Lucía es un ser enigmático y silencioso. Desde muy pequeña perdió la vista, y perdió con ella esa voz que en nosotros sólo se presta a necedades, mentiras y maldades. Nos detuvimos de forma casi abrupta. Zacarías nos pidió que bajáramos. El frío que empañaba las ventanas se introdujo sin permiso en mis huesos, entonces me abracé a Lucía y ella me miró con el desprecio que se tiene a los seres débiles sin razón. - Matamos un perrito y ni te diste cuenta - dijo. El nagual no había perdido tiempo. Se agachó junto al perro deshecho, que por algún perverso milagro todavía vivía y nos miraba agobiado de resignación. Estaba muy agitado, jadeaba como suplicando y yo no podía quitar los ojos de las vísceras. Lucía lloraba sin ver, su retina amparaba pensamientos indescifrables. Entonces oímos un llanto y una niña de siete u ocho años apareció por el camino, venía corriendo y gritaba un nombre: Sasito. Lucía de un salto la interceptó, mientras Zacarías envolvía a Sasito en su campera y lo alzaba. Yo permanecía estúpidamente paralizado, entonces Zacarías me dijo que todo esto lo había causado yo, que me hiciera responsable. Eso hizo resonar en mí automatismos inconscientes: me pasaba que actuaba por reflejo cuando se apelaba a mi responsabilidad en cualquier asunto. Era excesivamente responsable.Corrí hasta donde estaba la niña, y le pregunté dónde vivía. Me miró como se mira a un idiota sin remedio, pero se dignó a extender la mano, señalando. Si yo hubiese levantado la mirada hubiese visto la casa, bastante humilde, la única en al menos tres kilómetros a la redonda. El nagual ya estaba golpeando a la puerta de la casita cuando me recuperé de la vergüenza, entonces me apené y me metí a la camioneta. Una anciana atendió, algo le dijo Zacarías, no recuerdo, luego entró. Detrás entró Lucía que abrazaba a la niña, y los sollozos del perro sumados a los de la niña me habían metido en un pozo oscuro de tristeza. De todo lo que sucedía, lo que más me importaba era la impresión del perro eviscerado, y luego lo demás, pero para no sentirme tan despreciable, me decía que el mundo era cruel y que el nagual iba distraído y lo había pisado. Eso me resultaba casi intolerable. A los minutos, salió el nagual con el perro en sus brazos y lo puso encima mío. Me dijo que yo debía sanarlo, puesto que era un sanador. Mis balbuceos fueron saber dónde estaba Lucía. Él dijo que Lucía se quedaría hasta el otro día, porque María estaba muy mal. Pero que Lucía había asegurado que yo sanaría a Sasito, y que lo devolvería al otro día sano y salvo, porque yo era un brujo sanador muy poderoso. Sin tener tiempo a reaccionar, Zacarías se subió a la camioneta y me llevó a un lugar de plenos poderes, como él decía. Era un cerro muy bajo, detrás de dos más bien altos, que no se veía desde el camino. Había una roca muy grande en forma de estrella, poblada en sus rincones por cactus de montaña. En el camino yo sentía gemir muy bajito al perro, y temblaba violentamente. ¿Qué podría hacer por él? Me martirizaba la convicción de que nada, nada en absoluto. Estaba asqueado de la situación, lloraba, ya a los nueve años sabía contener lo suficiente el moquerío, pero esta vez no podía permanecer digno. Llegamos y Zacarías me dijo que volvería al atardecer para no entrometerse. Me acercó la mochila donde tenía yo mis libros, talismanes, hierbas y cosas así. Dijo que no lo defraudara, que no le fallara a Lucía, ni a María: la pobrecita había perdido a sus padres el mes pasado y todo lo que amaba en el mundo era ese perro. Serían las tres de la tarde. Pasaron dos horas, mientras me acostumbraba al frío y me improvisaba una fogata. Había decidido que no volvería hasta sanar a Sasito. Pensé que lo mejor era realizar primero un exorcismo. Efectué tres conjuraciones. Luego puse al perro en un círculo. Dibujé una estrella de cinco puntas y busqué en los grimorios uno de mis hechizos favoritos. Estaba a la mitad de una recitación en latín cuando tuve la convicción de que el perro había muerto. Me acerqué, le hablé, lo abracé, pero no reaccionaba. Me sentí inútil con todo eso que había hecho. Me dije que me había estado evadiendo con toda esa parafernalia pseudoesotérica. No había sido impecable, entonces ser sanador es imposible. Sanar es seducir al intento para que restablezca un canal deteriorado. Pasaría una hora o dos. Ya el frío era cruel, pero casi no lo sentía. Decidí enterrar al perrito. Me puse a cavar por ahí cerca, cuando sentí que muy bajito, el perro gemía. Salté a su lado, miré sus ojitos, y supe que debería darle muerte. No podía sanarlo, pero no podía permitir que sufriera así. Todavía lloré un poco más, luego un frío despiadado se instaló en mi columna, me erguí, saqué mi rifle 22, y ejecuté la despiadada eutanasia. Luego ceremoniosamente lo enterré. Ya era bien entrada la noche, las estrellas eran un montón de titilantes preguntas, el frío era una sólida convicción de que la vida es triste. Cuidé mi fogata, y entre el humo y las ramitas secas, entre el frío y mi angustia, fue madurando el nuevo día. Amaneció con la llegada de Zacarías. Silenciosamente se sentó a mi lado y me explicó (no recuerdo las palabras textuales) que cuando nos llega la hora, nada puede impedirlo. Habló de que el universo se confabula cuando se trata de complicidad con la muerte. Hasta un prestigioso nagual como él puede ser el instrumento infame, y un "sanador" como yo terminar el trabajo, entre mis temores de mierda y mis cuidados de nenita inglesa y mis locuras ebrias de hechiceros mitómanos o sencillamente insanos. "No esperes algo mejor, Galito, cuando el universo te estigmatice deteniéndote el reloj, como diciendo: buitres, aquí está el miserable que se muere". La muerte es cruda y despiadada para todos, y es inevitable y hasta absurda, pero la vida muchas veces también lo es, y lo es sin remedio y sin recaudos. Y hasta sin moralejas.
- ¿Cuál es la moraleja entonces? - pregunté desesperado.
- No hay moralejas. Hay realidades. Está María por ejemplo, esperando que vuelvas con Sasito vivo
- ¿Y qué voy a hacer?
- Nada. Te habrás dado cuenta que casi nunca se puede hacer nada. Muchas veces el heroísmo consiste en hacer precisamente eso inevitable que nadie quisiera hacer. Pero sí tuve una moraleja y fue el matiz mágico que tiene el cosmos. Volvíamos. Teníamos que pasar a buscar a Lucía. Cuando nos acercamos a la casa, estaban María y Lucía jugando con Sasito. Hasta un beso me dio Lucía cuando subió a la camioneta y luego sentí que tenía hambre y que vendrían muy bien para paliar la situación esos alfajores de maicena que venían en el bolso del nagual.
 
 
 
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Fuera de la discusion de si se continua o no en esta comunidad, permitanme decirles solo una cosa:
El camino no termina, Solo hay nuevos horizontes.
Cual es horizonte que han escogido?


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Consiglia (1 suggerimento finora) Messaggio 2 di 2 nella discussione 
Da: Soprannome MSNjj_ddInviato: 08/12/2008 18.37
Estimados: les invito a conocer esta propuesta tolteca.
www.templotolteca.com
Con afecto abstracto...
Yeitekpatl

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