Estás en lo cierto, querido Eduardo: la energía efectivamente está ahí y la puedes usar si tu intento es irreductible.
Sépanlo: la energía no es feudo de nadie en particular, y puede y debe ser utilizada por todos y por cualquiera. El quid del asunto es usarla de ciertas maneras y conscientemente. Así pues, la única norma que aplica para un guerrero impecable es la de usarla conscientemente, de modo tal que no menoscabe la propia ni, en la medida en que esto es posible, la de otros, y mucho menos la de sus hermanos dentro del grupo.
Lo de la danza ante la muerte es el recurso digno que le queda a un guerrero que sabe reconocer que en la vida material que está a punto de terminar no le es posible dar el salto hacia la luz, y debiera ser la manera correcta de enfrentarla para cualquier ser humano en este planeta, pero sólo hasta que se presenta el momento final. Antes de eso no se debe estar pensando en ello (casi se me figura que hacerlo así sería como estar pensando, a la manera de muchos católicos, que en el último momento podremos hacer un acto final de contrición en el que se nos perdonen todos nuestros pecados).
Más bien, debe hacerse con plena conciencia de que lo que está a punto de suceder es tan sólo un transitar de esta dimensión espacio temporal de materia densa a otro espacio-tiempo en el que las cosas nos aparecen como verdaderamente son, y desde el cual decidimos nuestro siguiente paso en el desarrollo de nuestra alma. Incluso, si las lecciones que libremente quisimos enfrentar a lo largo de innumerables vidas terrenas casi se han terminado, hasta podríamos decidir que en la siguiente vida sí podremos dar el salto hacia al Luz, en cuyo caso, muy probablemente se viviría una vida terrena marcada por el Espíritu y cercana a algún linaje.
Eso de la muerte, pues, no tiene que ver intrínsecamente con ningún tipo de derrota, sino del fin digno de una de tantas vidas, y nada más. La calidad de la misma, por supuesto, depende de cada quien, pero mientras mayor haya sido la calidad de esa vida que está a punto de terminar, mayor la satisfacción de terminarla honrosamente.
Ahora pregunto: ¿pueden pensar en una mejor calidad de vida que aquella que no le regateo nada a la vida, ni siquiera el pensamiento enfocado intensamente, y en todo momento, en la vida? Porque sí es así: ¿qué lugar puede tener el pensamiento de la muerte? Preguntado de otra manera: ¿Pueden pensar en una mejor consejera que la vida misma?
Termino con una última pregunta: ¿por qué es que el nagual que pregonaba a la muerte como la mejor consejera ha muerto y fallado, mientras que un linaje que propone a la vida como la mejor consejera está floreciendo como nunca antes, y se está extendiendo a varios países?
La respuesta, mis amigos, está soplando en el viento...
Enrique Rojas.