El diario de Navegación de la Tensegridad
Los chamanes del México antiguo trataron los pases mágicos desde su comienzo como algo único, y no los usaron jamás como una serie de ejercicios para desarrollar la musculatura o incrementar la agilidad. Don Juan decía que fueron considerados pases mágicos desde el primer momento en que fueron formulados. Describía la "magia" de los movimientos como un cambio sutil que los practicantes experimentan al ejecutarlos; los movimientos producen una cualidad efímera en sus estados físicos y mentales, un cierto brillo, una luz en los ojos. Don Juan se refería a ese cambio sutil como un "toque del espíritu"; como si los practicantes, a través de los movimientos, volvieran a establecer un lazo, hasta entonces inutilizado, con la fuerza de vida que los sostiene. Y continuaba explicando que los movimientos fueron llamados pases mágicos porque a través de su práctica, los chamanes eran transportados, en términos de percepción, a otros estados de ser en los que podían percibir el mundo de una manera indescriptible.
"Debido a esta cualidad, debido a esta magia," me dijo don Juan en una ocasión, "los pases no deben practicarse como ejercicios, sino como una manera de llamar al poder."
"¿Pero pueden considerarse como movimientos físicos aunque nunca antes se hallan considerados así?" pregunté. Yo había practicado fielmente todos los movimientos que don Juan me había enseñado y me sentía extraordinariamente bien. Este estado de bienestar me era suficiente.
"Los puedes practicar como quieras," me contestó don Juan. "Los pases mágicos acrecientan la conciencia, independientemente de cómo los tomes. Lo más inteligente sería tomarlos como lo que son: pases mágicos que al efectuarse conducen a los practicantes a deshacerse de la máscara de la socialización."
"¿Qué es la máscara de la socialización?" pregunté.
"La apariencia falaz que todos defendemos y por la cual nos morimos," dijo. "La apariencia falaz que adquirimos en el mundo; la que nos impide alcanzar todo nuestro potencial; la que nos hace creer que somos inmortales."
La Tensegridad, al ser la versión moderna de esos pases mágicos, se ha enseñado hasta ahora como un sistema de movimientos porque esa ha sido la única manera en la que el vasto y misterioso tema de los pases mágicos podía encararse en el marco moderno de hoy en día. La gente que practica Tensegridad ahora no es practicante del chamanismo, por lo tanto, el énfasis debe ponerse en el valor de los pases mágicos como movimientos.
En este caso, el punto de vista adoptado considera que el efecto físico de los pases mágicos es el aspecto más importante para establecer una base sólida de energía en los practicantes. Por estar interesados en otros efectos de los pases mágicos, los chamanes del México antiguo fragmentaban largas series de movimientos en unidades separadas, practicando cada fragmento como un segmento individual. La Tensegridad ha vuelto a reunir estos fragmentos en sus largas formas originales. De este modo se ha obtenido un sistema de movimientos; un sistema en el cual se recalcan sobre todo los movimientos mismos.
La ejecución de los pases mágicos, tal como se enseñan en la Tensegridad, requiere un espacio determinado o un horario previamente establecido, pero idealmente, los movimientos deberían practicarse de manera solitaria, espontáneamente, o cuando surge la necesidad. Sin embargo, el medio ambiente urbano facilita la formación de grupos, y en estas circunstancias, la única manera en que la Tensegridad se puede enseñar es a grupos de practicantes. Practicar en grupos es beneficioso en muchos aspectos y perniciosos en otros. Es beneficioso porque permite la creación de un consenso de movimiento así como la oportunidad de aprender a través del examen y la comparación. Es pernicioso porque fomenta el surgimiento de mandatos y requerimientos sintácticos referentes a jerarquías; y lo que los chamanes desean es escapar de la subjetividad derivada de mandatos sintácticos. Por desgracia no se puede tener todo, de modo que la Tensegridad debería practicarse de la manera que resulte más fácil: ya sea en grupos, o de manera solitaria, o en ambas formas.
En todos los demás aspectos, el modo en que la Tensegridad se ha enseñado es una reproducción fiel de la forma en que don Juan enseñó los pases mágicos a sus discípulos. El los bombardeó con una profusión de detalles y dejó que sus mentes se aturdieran con la cantidad y la variedad de movimientos, y con la implicación de que cada uno de ellos, individualmente, era un sendero que conducía al infinito.
Sus discípulos se pasaron años abrumados, confusos, y sobre todo, desalentados porque sentían que tal bombardeo era un asalto injusto a sus personas. Empleando la estratagema tradicional de los chamanes de empañar la visión lineal de los practicantes, don Juan saturó la memoria cinestésica de sus discípulos. El sostenía que, si a pesar de su confusión, sus discípulos seguían practicando los movimientos, algunos de ellos o todos lograrían el silencio interior. Decía que todo se aclara cuando se alcanza el silencio interior, al punto de que no sólo podemos recordar, con absoluta precisión, pases mágicos ya olvidados, sino que sabemos exactamente qué hacer con ellos, o qué esperar de ellos, sin que nadie nos guíe o nos lo diga. Los discípulos de don Juan casi no podían creer tales aseveraciones. Sin embargo, en un momento dado, cada uno de ellos dejó de estar confundido y desalentado. Los pases mágicos, precisamente porque son mágicos, se organizaron de una manera sumamente misteriosa en secuencias extraordinarias que aclararon toda confusión.
La preocupación de la gente que practica Tensegridad hoy en día es idéntica a la preocupación de los discípulos de don Juan. Las personas que han asistido a los seminarios y talleres de Tensegridad se sienten aturdidos por la cantidad de movimientos. Piden a gritos un sistema que les permita integrar los movimientos en categoría practicables y enseñables.
Debo hacer hincapié una vez más en lo que he estado recalcando desde el principio: La Tensegridad no es un sistema común y corriente de movimientos para desarrollar el cuerpo. Es cierto que desarrolla el cuerpo, pero sólo como un subproducto de un propósito más transcendental. Los chamanes del México antiguo estaban convencidos de que los pases mágicos conducen a los practicantes a un nivel de conciencia en el que los parámetros de la percepción normal tradicional se cancelan por el hecho de ser acrecentados. Al ocurrir esto, los practicantes pueden entrar en mundos inimaginables; mundos que son tan abarcadores y totales como el mundo en que vivimos.
"¿Pero, porqué habría yo de querer entrar en esos mundos?" le pregunté a don Juan en una ocasión.
"Porque eres un viajero, como todos nosotros, seres humanos," dijo, ligeramente molesto por mi pregunta. "Los seres humanos se encuentran en un viaje de la conciencia momentáneamente interrumpido por fuerzas tenaces. Créeme, somos viajeros. Si no tenemos este viaje, no tenemos nada."
Su respuesta no me dejó en absoluto satisfecho. Continuó explicando que los seres humanos cayeron moral, física e intelectualmente desde el momento en que dejaron de viajar, y que están girando atrapados en un remolino, por así decirlo. Tienen la impresión de que se mueven con la corriente cuando en realidad se mantienen estacionarios.
Me llevó treinta años de ardua disciplina llegar a una meseta cognitiva desde la cual pude reconocer las declaraciones de don Juan y establecer su validez sin la sombra de una duda. Los seres humanos son ciertamente viajeros. Si no tenemos eso, no tenemos nada.
La Tensegridad debe practicarse con la idea de que el beneficio de esos movimientos ocurre por sí mismo. Esto debe subrayarse a toda costa. No hay manera de dirigir el efecto de los pases mágicos en el nivel de un principiante, y no hay ninguna posibilidad de que algunos de ellos pudiesen beneficiar uno u otro órgano. A medida que adquirimos disciplina y que nuestro intentar se aclara, cada uno de nosotros puede seleccionar el efecto de los pases mágicos, de manera personal e individual, con propósitos específicos pertinentes únicamente a cada uno de nosotros.
En este momento, es de suprema importancia practicar cualquier secuencia de Tensegridad que uno recuerde, o cualquier serie de movimientos que le vengan a uno a la memoria. La saturación que ocurre dará finalmente el resultado que los chamanes del México antiguo buscaban: entrar en un estado de silencio interior y decidir, desde el silencio interior, cuál será el siguiente paso.
Naturalmente, cuando me hablaron, mas o menos en los mismo términos, acerca de las maniobras de los chamanes para saturar la mente con el fin de alcanzar el silencio interior, mi respuesta fue la respuesta de cualquier persona interesada en la Tensegridad hoy en día: "No es que no le crea, pero es algo muy difícil de creer."
La única respuesta que don Juan tenía para mis más que justificados interrogantes y los interrogantes de sus otras tres discípulas era: "Tomen mi palabra, porque mis aseveraciones no son arbitrarias. Mi palabra es el resultado de corroborar, por mí mismo, lo que los chamanes del México antiguo descubrieron: que los seres humanos somos seres mágicos."
El legado de don Juan incluye algo que he repetido y que continuaré repitiendo: los seres humanos son seres humanos que no se conocen a sí mismos, están repletos de recursos increíbles que no utilizan jamás.
Al saturar a sus discípulos con movimientos, don Juan logró dos hazañas formidables: trajo esos recursos ocultos a la superficie, y detuvo gentilmente nuestra obsesión con nuestra acostumbrada forma lineal de interpretación. Al forzar a sus discípulos a alcanzar el silencio interior, estableció nuevamente la continuidad de su interrumpido viaje de conciencia. De esta manera, el estado ideal de cualquier practicante de Tensegridad en relación a los movimientos de la Tensegridad, es igual al estado ideal de un practicante del chamanismo en relación a la ejecución de los pases mágicos. Los dos son guiados por los movimientos mismos hacia una culminación sin precedentes el silencio interior.
Desde el silencio interior, los practicantes de Tensegridad, serán capaces de ejecutar por sí mismos, sin ninguna instrucción externa, cualquier movimiento de entre la cantidad de movimientos con los que fueron saturados, para cualquier efecto que consideren apropiado. Podrán ejecutarlos con precisión y velocidad al caminar, o comer, o descansar, o al hacer cualquier cosa.
Carlos Castaneda, Lectores del Infinito Número 4