Hola Sonia:

 

¿Por qué la pregunta... quieres que te rapten? Ya en serio, te puedo contestar aludiendo a lo obvio: ¡porque se trata de otro linaje! Esto es: se trata de otra línea de pensamiento y obra. Toma en cuenta, además, que los tiempos cambian, y si bien antiguamente, en los pueblos del México anterior al siglo 20, se solía raptar a las doncellas para después casarse con ellas, esto ya casi no se acostumbra. ¡Ahora son las muchachas mismas las que se van con el novio!

 

Este tema, en particular, siempre me movió a la sospecha cuando lo leí en algún libro de Castaneda, no porque dudara que en el linaje de don Juan sucedieran así las cosas, sino porque ejemplificaba un apego a las tradiciones que en el México moderno simplemente desemboca en la disminución de las posibilidades de subsistencia (digo esto, porque ya antes, en otro mensaje, abordé brevemente el por qué han ido desapareciendo los linajes). Y no es que actualmente sea imposible reconocer a una mujer con doble configuración y raptársela para hacerla mujer nahual, porque sigue siendo perfectamente posible, pero ¿cómo les suena esto a ustedes? Vamos a ver si me explico mejor:

 

En alguna ocasión le pregunté a uno de los guerreros mayores en el linaje de don Jorge sobre alguna ceremonia o ritual antiguo que tuviera cierto grado de sufrimiento, y hasta brutalidad. El guerrero en cuestión me relató que antiguamente, para purificar a una persona, las mujeres del pueblo se reunían para golpear a un niño inmisericordemente, hasta que lograban hacerlo llorar. Conseguido esto, recogían su llanto y lo aplicaban sobre el cuerpo de la persona a purificar. El guerrero al que aludo concluyó su relato diciéndome: "Hubiera bastado con que tomaran una poca de sal de cualquier salero y lo aplicaran igualmente sobre el cuerpo de la persona a purificar para conseguir el mismo efecto".

 

Esto de las tradiciones que se respetan estrictamente va muy de la mano de lo que Cuauhtemoctzin, el antiguo Gran Tlatoani azteca, alguna vez me dijo (de esto escribiré con lujo de detalle en mi tercer libro). Antes debo aclarar que él no aceptaba que se pudiera curar a alguien sin que padeciera algún sacrificio. Sucedió, pues, que el heredero de Pachita que Cuauhtemoctzin había aceptado, y a quien estaba instruyendo, necesitaba quemarse la mano derecha con un carbón, cosa que muy renuentemente, y a final de cuentas, termino haciendo (esto, con el fin de "abrirle la mano para curar"). ¡No se imaginan todo lo que sufrió a lo largo de varias semanas, y lo incapacitado que quedó para utilizar la mano derecha, y ni qué decir de la reacción de su familia, especialmente de su madre! Tiempo después, cuando hablé con el mismo guerrero del linaje de don Jorge al que me refería líneas atrás, éste me dijo: "Hubiera bastado con que tu amigo le pidiera ayuda a Nerea para que ella le abriera las manos con su luz , y así se hubiera evitado el sufrimiento que pasó". La anécdota termina muy significativamente, puesto que al cabo de un par de años, Cuauhtemoctzin terminó reconociendo que quizá ya no sería necesario causar sufrimiento a las personas para que estas se curaran.... la energía de los tiempos cambia, efectivamente, y sólo los que se adaptan a ella subsisten.

 

Con un poquito de sentido del humor, sí, pero también con mucho respeto para todos, y especialmente para Cuauhtemoctzin, a quien tanto respeto por todo lo que me ayudó y me reveló en secreto:

 

Enrique Rojas.