Querida Sonia:
La elección se conjuga con el karma de manera plenamente consciente. El alma recapitula por sí misma, y con la ayuda de los seres de luz, las condiciones o circunstancias bajo las cuales experimentó la vida en la Tierra que temporalmente ha dejado atrás.
Una vez considerado todo lo que ha lugar considerar y habiendo definido en conjunto con los seres que conforman su familia de luz el trazo individual que le conviene seguir para que su alma individual y para que el alma colectiva de su familia de luz vaya realizando la comprensión intuitiva del amor y el valor de su práctica en la llamada tercera dimensión (también conocida como dimensión de materia densa), el alma particular traza su plan de vida, o destino, así como la manera y los medios por los cuales se manifestarán las relaciones con las almas que han acordado interactuar para beneficio de todas y cada una de ellas, y se procede con el trance de la encarnación.
De igual manera, se acuerdan los espacios en los que el libre albedrío podría modificar de alguna manera y/o medida lo acordado y definido, pues siempre cabe la posibilidad de que el alma encarnada adquiera un nivel de iluminación que si bien queda considerado, no aparece definido del todo.
Es de esta manera que se asume la carga karmática. Recordemos, asimismo, que el karma no es otra cosa que considerar todo lo vivido de manera puntual para poder optar por los actos y circunstancias que propicien el equilibrio al que por naturaleza iluminada optan las almas.
Siempre he dicho (y es más cierto en estos tiempos que nunca) que independientemente del destino que las almas han planeado en concordancia, y con anterioridad al momento de la encarnación sucesiva que corresponde, cualquiera podría dejar atrás la totalidad de su carga karmática si asume de manera absolutamente consciente el compromiso de pasar por todo lo que haya menester con tal de alcanzar el equilibrio energético-vital en una última vida.
El problema radica en que la medida de lo que se pretende equilibrar suele ser demasiado honerosa para una sola vida, y no cualquiera tiene los arrestos para conducir todo aquello que por compromiso adquirido, necesariamente habrá de llegar.
Por eso también se suele decir que hay que tener cuidado con lo que se desea, porque se puede hacer realidad.
Casi todos los que alguna vez encarnamos en este nivel dimensional por vez primera tendemos a reencarnar (las excepciones que yo conozco son dos: Ramtha y Nerea). Puede haber más, y no lo dudaría, pero hasta el día de hoy yo personalmente sólo tengo noticia de dos.
La vida no tiene principio ni fin, pues el Creador Supremo no tiene alfa ni omega.
El alma puede entrar al cuerpo a lo largo de distintos momentos de su gestación, pero invariablemente termina de hacerlo con la primera bocanada de aire, así como termina de separarse con el último suspiro.
Una vez separada, el alma tiene un lapso de aproximadamente nueve días para rondar al cuerpo que acabó de dejar y para definir si se queda atrapada por los apegos o si acude al llamado de su familia de almas y prosigue el camino que la llevará hacia la útima experiencia en la tercera dimensión, que sucederá en alguna encarnación futura si es que no ha dejado de una vez todo tipo de apego y/o necesidad o deseo de experimentar en la Tierra.
El tema es muy basto, y aquí tan sólo me he limitado a bosquejar algunos trazos generales y muy básicos, pero que pueden ayudar para que se empiecen a entender algunas de las cuestiones que me planteas en tu mensaje más reciente.
Probablemente en alguna otra ocasion podamos definir con más precisión ciertos detalles.
Amorosamente:
Enrique Rojas.